Juicio político a Trump: el show debe terminar
Jorge Sahd K. Director Centro de Estudios Internacionales UC
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Jorge Sahd
Joe Biden comienza su mandato con una aprobación cercana al 60%, superior al 45% con que comenzó Donald Trump. Se confía en su manejo de la crisis de Estados Unidos, especialmente la pandemia. Ya fijó sus prioridades para los 100 primeros días, incluyendo un plan de estímulo fiscal, acelerar el plan de vacunación, cambio climático, nueva política migratoria y la estrategia de contención de China. La lista es extensa y demandante.
Pero aún tiene un acertijo: ¿cómo sacar de la agenda pública a Donald Trump, que desde ayer enfrenta su segundo juicio político? A Biden no le conviene poner sus fichas en el juicio que comienza, algo que parte importante del Partido Demócrata parece no entender. Un juicio debilitado por las dudas sobre la constitucionalidad de juzgar a un exPresidente y con menor apoyo del esperado por parte de republicanos opositores a Trump. La meta de conseguir 17 votos republicanos asoma prácticamente imposible y la absolución del acusado, casi asegurada.
Si bien los condenables hechos del 6 de enero ameritaban una respuesta político-constitucional, distinto es poner excesiva atención al juicio. Aunque más de la mitad de los americanos apoya el impeachment, un análisis fino muestra que la sociedad americana está profundamente dividida frente al proceso: mientras un 90% de los demócratas apoya el proceso, más del 80% de los republicanos lo rechaza.
Así, lo que menos necesita el comienzo del gobierno de Biden es una sociedad americana nuevamente exacerbada. No encaja con su perfil moderado, con su narrativa de “unir a la nación” ni menos con la necesidad de apoyo bipartidistas para sacar adelante su agenda y continuar la ratificación de puestos claves de su administración.
Trump ya sufrió su derrota y hoy se encuentra en su peor momento. Su figura se desplomó desde el asalto al Capitolio (30%, misma cifra que cuestiona la legitimidad de las elecciones) y muchos republicanos lo responsabilizan de la derrota senatorial en Georgia, que significó al partido no sólo perder el control la Casa Blanca y la Cámara de Representantes, sino también del Senado. Su bloqueo de las redes sociales, principales movilizadoras de su mensaje, parece haberlo sumido en el olvido.
Pero este mal momento no significa que los republicanos se sumen al deseo demócrata de “golpear en el piso a Trump” y las desconfianzas de años entre ambos partidos continúan. Mientras no se calibre la verdadera fuerza y proyección del “trumpismo” al interior del partido Republicano, sus políticos seguirán con la calculadora en mano con miras a las elecciones de mitad de período en 2022. Esperar una definición pronta del Partido Republicano frente al “trumpismo” es ilusorio.
En este campo político “minado”, Biden necesita apostar por un clima razonable, que no opaque los logros de sus primeros 100 días ni obstaculice los temas clave que necesitan apoyo bipartidista, empezando por las medidas de recuperación económica y su ambicioso plan de cambio climático.
Más allá del fundamento del juicio político contra Trump, la excesiva atención política y mediática puede terminar afectando los propios intereses del nuevo gobierno. Dará un segundo aire al trumpismo, restará visibilidad a los logros de este gobierno y eventualmente comprometerá el apoyo del Partido Republicano para su agenda. Precisamente lo que Biden y su equipo buscan evitar.